lunes, 17 de febrero de 2014

Unidad 12 - Castigos eternos

Algunos de los castigos eternos más conocidos son el de Sísifo, Ixión, Tántalo y las Danaides; yo os contaré el primero de los que he mencionado:
Sísifo, hijo de Eolo, se casó con una Pléyade llamada Mérope, hija de Atlas, y de esta unión nacieron Glauco, Ornitión y Sinón.
En una ocasión después de que Zeus raptara a una bella muchacha llamada Egina, su padre, el dios-río Asopo, fue a Corinto en su búsqueda. Sísifo sabía muy bien lo que había ocurrido con Egina, pero no revelaría nada si Asopo no se comprometía a proveer la ciudadela de corinto de una fuente perenne. Así pues, Asopo hizo brotar la fuente Pirene y Sísifo le dijo todo lo que sabía.
Zeus, que había escapado por poco a la venganza de Asopo, mandó a su hermano Hades que se llevara a Sísifo al Tártaro y le castigara eternamente por haber revelado secretos divinos. Pero Sísifo no se dejó intimidar, y con gran astucia esposó al propio Hades persuadiéndole a que le demostrara como se utilizaban las esposas antes de ponérselas a él, y cerrándolas rápidamente después. De este modo Hades fue hecho prisionero y permaneció como tal en casa de Sísifo durante algunos días, hasta que por fin Ares llegó y, apresuradamente lo líberó y puso a Sísifo entre sus garras.
Sin embargo, Sísifo se reservó otro truco. Antes de descender al Tártaro, dio órdenes a su esposa Mérope de no enterrarle; cuando llegó al palacio de Hades se dirigió inmediatamente a Perséfone y le dijo que, como no había sido enterrado, no tenía ningún derecho de estar allí, sino que deberían haberle dejado al otro lado de la laguna Estigia.
Y Sísifo suplicó: Déjame regresar al mundo superior para arreglar mi entierro y vengarme de la desatención que me han mostrado. Mi presencia aquí no es conforme con la ley. Regresaré antes de que pasen tres días.
Perséfone se dejó engañar y le concedió su ruego, pero en cuanto Sísifo volvió a encontrarse bajo la luz del Sol, faltó a la promesa hecha a Perséfone. Finalmente Hermes fue enviado a hacerle regresar por la fuerza.
Entonces se le dio a Sísifo un castigo ejemplar. Los jueces de los muertos le enseñaron un enorme bloque de piedra y le ordenaron que lo hiciera rodar cuesta arriba hasta la cima de un monte, dejándolo caer por la otra ladera. Nunca a logrado hacerlo, cuando está apunto de alcanzar la cumbre, se ve obligado a retroceder, por el peso de la roca, que vuelve a caer dando saltos hasta abajo del todo; y allí, abatido por el cansancio, la recoge y tiene que empezar de nuevo, aunque el sudor baña sus brazos y piernas, y una nube de polvo se alza sobre su cabeza.
Mérope, sintiéndose avergonzada por ser la única Pléyade con un marido en el mundo subterráneo, abandonó a sus seis hermanas estrelladas en el firmamento nocturno y no se la ha vuelto ha ver jamás.

Sísifo cargando con la piedra sobre sus hombros

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